11.12.10

Un grito.

“¿A dónde ha ido Dios? Yo se los voy a decir! Nosotros lo hemos matado! ¡Ustedes y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! ¿Pero cómo hemos hecho esto? ¿Cómo fuimos capaces de bebernos el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros, lejos de todos los soles? ¿No nos caemos continuamente? ¿Hacia atrás, hacia los lados, hacia adelante, hacia todas partes? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No nos sofoca el espacio vacío? ¿No se ha vuelto todo más frío? ¿No llega continuamente la noche y cada vez más noche? ¿No tenemos que encender faroles al mediodía? ¿No escuchamos aún nada del ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No olemos nada de la composición divina? ¡También los dioses se descomponen! ¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos los asesinos de todos los asesinos? Lo más sagrado y poderoso que hasta ahora poseía el mundo sangra bajo nuestros cuchillos. ¿Quién nos lavará esa sangre? ¿Con qué agua podremos purificarnos? ¿Qué fiestas expiatorias, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿No tendremos que volvernos nosotros mismos dioses para parecer dignos de ella? ¡Nunca hubo un hecho tan grande –y quien nazca después de nosotros, perteneces por la voluntad de este hecho a una historia más alta que todas las historias que hubo nunca hasta ahora.
Llego muy temprano.  Todavía no ha llegado mi tiempo.

“El hombre frenético”. Extraído de “La Gaya Ciencia”. F. Nietzsche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario